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Aun hoy se puede ver en el norte de Francia, por las calles de Flandes, el despliegue de las impresionantes puestas en escena en las que intervienen varias efigies gigantescas de aspecto humano, sus exhibiciones llenas de colorido incluyen movimientos danzarios provocados por los portadores, que suscitan en el publico reacciones de emoción y simpatía. En muchos pueblos del sur de Italia la estatua de San Juan es paseada por todo el pueblo buscando a cristo resucitado y luego a la Virgen quien es transportada corriendo hasta el lugar donde esta cristo y ambas figuras simulan un abrazo. Estas figuras gigantescas llamados "GIGANTES PROCESIONALES" son espectaculares y se ven en distintos países europeos; constituyen una transición entre el teatro de actores y el teatro tradicional de muñecos: desde el punto de vista técnico son títeres que no se acoplan a la mano sino al cuerpo entero del manipulador.

LA GIGANTONA Y EL ENANO CABEZON

Tradición Popular Nicaragüense que se repite año con año, consiste en animar a personajes-muñecos que tienen su origen en el sincretismo de lo Español y aborigen. Pertenecen a una técnica de muñecos conocidos como Gigantes Cabezudos, confeccionados en forma rudimentaria.

La gigantona:

Mide tres varas de alto, con un armazón de madera, cuya estructura está conformada por varios círculos; dentro se coloca el titiritero tomando uno de los círculos en sus manos para conducirla y hacerla bailar de manera graciosa. Su vestuario: lleva siempre blusa y falda larga, diadema y una cabellera que le llega a la cintura. Su rostro es rosado, ojos azules, nariz aguileña y boca sensual, sus brazos cuelgan agitándose con flexibilidad y gracia, cuando ejecuta la danza, va adornada con una serie de chechereques.

El enano cabezón:

Su configuración es sencilla, su cabeza es grande y le llega al actor hasta la cintura, normalmente está hecha de una estructura de bambú, cartón y tela, los brazos le cuelgan sin control, al compás del baile, su andar es gracioso y casi grotesco, baila frente a la gigantona es importante la gracia con que la corteje y el ingenio personal de que pueda disponer el bailarín titiritero.

El son y los tambores:

El son de los tambores ofrece dos variante: uno para acompañar la gigantona y su paje mientras caminan por las calles, otra para la realización del baile, la primera de ritmo pausado, la otra más movida y con diversidad de matices obtenidos con los redoblantes.

Este género de muñecos está estrechamente ligado a las danzas callejeras por consiguiente su despliegue está marcado por una coreografía que se desarrolla en varios movimientos.

La gigantona se coloca en el centro, al romper el son de los tambores, avanza hacia adelante y retrocede al compás de un ritmo agitado, luego da media vuelta a derecha e izquierda, extendiendo los brazos. Simultáneamente el enano cabezón baila al mismo compás con un típico brincadito, que le hace flexionar las piernas hacia atrás yendo y viniendo a uno y otro lado de la gigantona, la despedida adquiere mayor dinamismo, la gigantona se estremece y convulsiona, el paje hace unos pasos como restregando sus pies sobre la superficie de la calle que llaman el patineado.

¿Quién en su niñez no ha disfrutado y se ha sorprendido al verla pasar por las calles de León, Managua, Masaya y sentir que la gigantona les quiere abrazar y huyen despavoridos llorando o riendo para luego repetir el juego hasta que al son de sus tambores se aleja alegremente. Terengueu...terenguene...terengueu...

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